Centros comerciales, barrios, complejos de viviendas. Cada vez hay más desarrollos en Canning, ¿pero quién se beneficia realmente y quién paga el precio?
A raíz de algunas noticias que dimos en los últimos días, en nuestras redes sociales muchos vecinos manifestaron su preocupación por la transformación que tuvo y tendrá Canning en los próximos años.
La posición de los canninenses en general está muy clara: ¿más gente?, ¿más edificios?, perfecto. Pero… ¿y el tránsito? ¿el agua? ¿la luz? ¿el impacto ambiental? ¿Se está midiendo todo eso… o simplemente se está vendiendo?
La preocupación de los vecinos de Canning
La mayoría de los vecinos está a favor del crecimiento de Canning, aunque les preocupan tres ejes centrales: la deforestación y pérdidas de espacios verdes, el caos de tránsito que a futuro podría haber en algunos puntos de la localidad, y el colapso de los servicios.
Desde ya, está buenísimo que haya cada vez más cosas en Canning, desde verdulerías hasta clínicas y universidades. A medida que la localidad crezca, mucha gente dejará de tener la obligación de viajar hasta CABA u otros lugares para desarrollarse. Y eso mejora la calidad de vida de la comunidad.
Antes de la urbanización, Canning era una zona de pastizales pampeanos, arroyos y humedales. Y todos los que hoy vivimos acá somos un poco “culpables” de su transformación.
¿Crecimiento o negocio?
Un crecimiento inteligente es aquel que piensa en tres actores: el ambiente, la comunidad y el futuro. Si alguno de esos tres queda afuera, no es crecimiento: es negocio.
Todo puede estar bien si se hace con una mirada a largo plazo. No con la lógica del “vende rápido y vemos después”. Porque para los vecinos Canning no necesita crecer más rápido. Canning necesita crecer mejor.



